Recordemos que el cosmos no está vacío. Jamás. El vacío es una ilusión mecanicista. El cosmos no está vacío, se encuentra recorrido por corrientes y fuerzas de las que apenas tenemos conocimiento alguno. Fuerzas luminosas pero también fuerzas oscuras, en una batalla inmemorial sin tregua. En las vastas dimensiones que constituyen ese concepto tan difícil de definir que es el cosmos, la ciencia esotérica nos recuerda y establece la existencia de siete planos o niveles de la materia que lo compone. De estos siete planos, el de inferior grado, y más denso, corresponde  al inferior grado de espiritualidad manifestada en la materia componente, y en las formas que en él tienen su campo de expresión.

El hombre se halla más directamente conectado con este plano, aunque se trata del menos extenso de los siete. Sin embargo, recordad que dentro de esta extensión relativamente reducida, tienen cabida millones de sistemas solares similares al nuestro, cuya funciòn es la de operar como terreno de sustentación y desenvolvimiento de seres muy variados en su naturaleza. Es el orden del universo. Pero, estos seres son de algún modo por clarificar parecidos a nosotros: los hombres y mujeres del planeta Tierra.

En lo que se refiere a los otos seis planos cósmicos, no se ha dejado trascender por parte de los profundos conocedores del acervo esotérico más información que la que hace referencia a su naturaleza de ámbito de actividad de Jerarquías de seres infinitamente superiores a nosotros, tanto para el Bien como para el Mal, dotados de conocimientos angélicos o diabólicos. El diablo, el Parásito universal, no domina el infierno, puebla en realidad todo el universo. El infierno y el paraíso son el Cosmos.

El Gran Arquitecto Cósmico, Dios, el Logos Cósmico, origen y fin de la existencia, el alfa y el omega es ajeno a estas luchas, se sitúa más allá del Paraíso y el Infierno, de los ángeles y los demonios, y así, por encima de todo, reside en el más alto de los planos cósmicos, el primero: más allá de él, todavía, se encuentra el Absoluto, el Dios último e innombrable, terrible y radiante, oculto tras la luz y las sombras. Es un ser sin limitaciones y raíz de toda existencia, padre y madre de los creado, reina fuera de la creación y dirige las obras del Gran Arquitecto Cósmico. Es el Rey y la Reina al pie de las obras, ordenando el cosmos como en una partida de ajedrez: casilla blanca, casilla negra, casilla blanca, casilla negra, desde el primer plano hasta el séptimo. Así se juega la partida universal del cosmos. El tablero esotérico. Recordad.

El método no es nada sin el espíritu, sin una actitud mental adecuada. En efecto, el espíritu puede ser conscientemente el origen de una cierta fuerza basada en la voluntad y en el dominio de uno mismo; pero también, y mucho más quizá, puede ser el motivo de eficacia de una manera inconsciente y trascendental: se trata de las ilimitadas posibilidades provocadas por una forma perfecta de vacuidad del espíritu.

Cada fase del método de la meditación debe ejecutarse con determinación, porque si no se logra el estado buscado, su eficacia no deja de ser muy relativa. Al adversario espiritual hay que hacerle frente con una voluntad a toda prueba para poder vencerle. El combate del espíritu es ante todo un choque de dos voluntades antagónicas donde la más fuerte y sabia de ambas tiene todas las probabilidades de inclinar la victoria a su favor, y esto aparte totalmente del nivel de conocimiento técnico de los contrincantes. Como ya dijimos, el combate se desarrolla en uno mismo, que es a la vez el dojo, el tiempo de las estrellas y los combatientes. Debe ganarse a si mismo y derrotarse a sí mismo para acceder a un nivel superior donde ya no hay lucha, ni oposición y los contrarios se reconcilian.

La voluntad también debe intervenir en un momento muy concreto: cuando nos damos cuenta de una fallo en las protecciones psíquicas, en la defensa del adversario, hay que aprovecharlo de forma inmediata a nuestro favor. Ahora es cuando hay que atacar con todas las fuerzas, hay que querer la victoria para conseguir la paz. El grado de intensidad de la voluntad es que el introduce al cuerpo más o menos a fondo en la acción. Un enfrentamiento espiritual es un excelente entrenamiento para la voluntad, sobre todo si se lleva a cabo de forma continua y sin desfallecer. Sirve para ejercitar la mente para dar el salto más allá de las apariencias, para alcanzar el otro lado, cuando ya ha finalizado la batalla. Los luchadores se han retirado y sólo queda el camino a seguir bajo el sol.


Las psicofonías han hecho mucho daño al estudio y la investigación rigurosas de las materializaciones espirituales. Forman parte de esa mistificación de la técnica que siempre se ha de evitar. La verdad es que sólo una mezcla de ingenuidad e intuiciones básicas equivocadas, totalmente alejadas de los métodos de penetración en el otro lado, y también dosis considerables de charlatanería, pueden explicar el recurso a la tecnología para entrar en contacto con el universo del espíritu, más allá del coma terrestre. Añadiremos, que puestos a recurrir a la tecnología, quizá habría que actualizar los dispositivos, la cinta magnética está claro que es muy primitiva comparada con las tomografías, las resonancias, la ultrafiltración tangencial o la separación inmunomagnética. Siguiendo esta línea errónea, el acelerador de partículas debería representar la culminación y la revelación definitivas, que dejan en ridículo a cualquier psicofonista equipado con su aparato de grabación. Concluiré diciendo que no hay ningún argumento que justifique que un dispositivo artificial es mejor que los òrganos sensoriales y ultrasensoriales para captar lo invisible que impregna una casa, un terreno o un espacio cualquiera. El alma es el mejor equipamiento.

Del mismo modo, debemos decir que los rituales de invocación son otro de los errores para hacer que aparezca lo inaparente, muy ingenuo, o muy falaz, se ha de ser para creer que un ritual, a lo sumo pueril en su contenido y ridículo en su forma, puede motivar a un habitante del espíritu, o a una entidad, para que aparezca. Sea como sea, ningún iniciado puede ni debe creer que las formas sustanciales sean tan esperpénticas y carentes de juicio como para seguir este juego. El espectáculo no forma parte de la espiritualidad.

También se ha de recordar y advertir que el grupo es contraproducente, jamás se ha dado ninguna experiencia verdadera, ninguna aparición, ante un grupo. Quien diga lo contrario es un falsario. Tanto el grupo como el ritual impiden que lo paranormal o lo sobrenatural se revelen y sean experimentados. Por ejemplo, el conocido punto frío de las casas impregnadas es una experiencia que requiere necesariamente de la soledad y el aislamiento, de una meditación profunda que nos lleve directos al punto desde el cual se absorbe la energía. El grupo perturba la comunicación y la formación de las formas a partir de la energía reinante. Es una experiencia personal. El esoterismo sólo puede ser personal. Todo el resto es exotérico y está  profanado por el conocimiento común. Otro tanto diré del espíritu de los difuntos. Ni las velas ni las plegarias conjuntas sirven para su visualización ultrasensorial.

Si alguien quiere reencontrarse con algún ser querido, con alguien que ha muerto recientemente, existe un método mucho más eficaz. En primer lugar, pasear por el espacio en que habitaba esa persona hasta localizar algún punto concreto que creamos está ligado a esa persona de una forma esencial. Lo notaremos. No hay que preocuparse. Ahí está. Es posible sentirlo. Es su espacio. Recordad, sobre todo, no hay que hablar ni decir nada. Saldremos de ese cuarto, si es un cuarto. Esperaremos que anochezca. Dejaremos la luz encendida de esa habitación. Apagaremos todas las otras. Abriremos las ventanas y descorreremos las cortinas si las hubiera. Saldremos fuera, a la calle o al jardín. Entonces, miraremos la habitación iluminada desde el exterior pensando en la persona que ya no está. Sólo debemos mirar en esa dirección y sólo debemos mirar eso. Nada más. Sólo mirar la luz…

Que cada uno saque sus propias conclusiones y vea lo que es capaz de ver.

Sabemos que ninguna acción mental verdaderamente eficaz es posible cuando estamos sin aliento. Cuando la respiración ha perdido su ritmo regular nos hace experimentar una terrible sensación de ahogo en los pulmones y un jadeo que provoca movimientos entrecortados de la caja torácica e imposibilita cualquier nuevo esfuerzo o contracción correcta que nos lleve al estado de meditación buscado. También sabemos, por otra parte,  que cuando sacamos fuerzas de flaqueza en una circunstancia cualquiera, esta sensación suele ir acompañada por una profunda inhalación seguida de una breve retención del aire o de una lenta espiración. Como no nos cansamos de repetir, lo de abajo es lo mismo que lo de arriba, y lo que el cuerpo y la mente experimentan en su vida cotidiana es un trasunto de la verdadera vida del espìritu, del modelo superior del que toman su medida. Estas dos experiencias tan comunes permiten comprender la importancia de la coordinación de la respiración en la práctica de la meditación.

No estamos solos. Esto es lo que también hay que saber y no olvidar. El ser humano no es la única inteligencia ni el único espíritu en el mundo. No es el único habitante del universo. O dicho de otro modo: hay otro mundo, otro lado. Si quieres verlo, puedes verlo. Sólo hay que despertar. Cuando más quiera ver el iniciado, más verá; cuanto más vea más seguirá viendo. Puede que al principio tenga miedo al descubrir un mundo nuevo y desconocido, pero forma parte del aprendizaje. No debe tener miedo de los «mensajes» que va a empezar a recibir y cada vez con más frecuencia. Ha entrado en sintonía con vibraciones de un nivel más alto; ha atravesado el muro de la realidad cotidiana y ha entrado en contacto con el nudo en el que todo está entretejido. Ha contactado con el TODO. Es el todo. Ha sido elegido, sin duda. debe seguir adelante, estar atento a todos los signos. Las señales, las señales se van a multiplicar. Las visiones también. Puede que tenga la premonición de cosas terribles, de muertes. Puede que también vea a personas que ya no están, pero que se le aparecen. De nuevo no debe asustarse. Es normal. Es el proceso natural de la aventura del espíritu liberado del cuerpo. La crisálida se está formando. El capullo de luz lucha por liberarse. Somos luz. Vamos a la luz. Hay otro mundo más allá, y está habitado. No estamos solos. Elige tu guía.

Hay pues una serie de limitaciones cuyo carácter es más o menos importante según el nivel alcanzado por el discípulo y los diferentes espacios de tiempo de ejecución que de ello resultan; así, el maestro, con unas reacciones nerviosas extremadamente rápidas, es capaz de pasar de una etapa a la otra en una fracción de tiempo infinitesimal sin ningún signo exterior aparente y su tiempo de contracción, muy intenso si tenemos en cuenta hacia donde pretende llegar, el estado de conciencia alterado que busca, dura tan poco que apenan tenemos tiempo de distinguirlo. Por este hecho, los movimientos  espirituales del maestro siempre dan la sensación de continuidad y evitan a toda costa el titubeo y el aire de sincopado que rompe la concentración de los aprendices. Mediante este método, se reducen los tiempos de fatiga para el cuerpo y la mente, lo que explica que los maestros de edad avanzada parezcan tan jóvenes y mantengan un alto nivel de eclosión de la energía. Son luminosos y los discípulos es natural que se sientan atraídos por esta luz. En la alternancia de los instantes de contracción y relajamiento, existe todo un secreto por descubrir basado, por otra parte, en un aspecto mental profundo, vibratorio,  más allá de la superficie aparente.

El arte del dominio corporal consiste en sentir muy exactamente a qué ritmo deben sucederse las dos etapas esenciales de la meditación profunda y en qué momento debe intervenir cada una de ellas. Por ejemplo, si la contracción inicial se mantiene demasiado tiempo o si la contracción final en el momento de la salida de cuerpo es precoz, la velocidad del movimiento espiritual quedará frenada y su eficacia será sin duda menor. Si, por el contrario, esta contracción inicial no interviene o lo hace demasiado tarde, la fuerza de la reacción contraria romperá la estabilidad y toda posibilidad de trascenderse a un determinado grado de conciencia. Incluso, en los casos más graves, la virulencia del movimiento, al no estar preparada la mente para soportar la tensión, puede provocar una ruptura prematura del cordón de plata que une el alma y el cuerpo. Esta técnica, por lo tanto, requiere una práctica prolongada bajo la dirección de un guía espiritual que nos prepare para posibles accidentes y nos proporciones las claves para controlar la situación y salir bien librado de ella.

El Adversario ha conocido muchos nombres a lo largo de la historia, y no se trata simplemente del mal, las fuerzas del mal, el ángel caído o del Diablo, aunque popularmente se le haya nombrado así. Es un error. Una simplificación que envuelve el conocimiento en tinieblas, que desvía la atención del verdadero propósito del guerrero espiritual. Ante todo hemos de saber, has de saber, si me escuchas, que el Adversario eres tú mismo, esto es lo primero que ha de saber el iniciado, el que pretende liberarse de los velos que cubren al hombre. Tú y sólo tú eres el principal adversario y El Adversario. Si queremos llamarlo del algún modo un nombre más adecuado sería El Parásito, el parásito del Dios que hay en nosotros, que nos debilita la fuerza y nos impide ser los seres divinos que somos.

Así pues, El Adversario eres tú, pero le has dado tanta fuerza que se ha materializado fuera, que realmente existe como algo material, maligno, porque busca la desunión, la separación, el Odio en lugar del Amor. ¿Quién es El Adversario? – Muchas cosas, pero sobre todo El Juicio, valorarlo y menospreciarlo todo hasta que al final no creemos en nada. El Adversario odia las creencias, odia el Amor que profesan los creyentes al Señor y Dominador de todas las cosas, al General invisible de los guerreros en la tierra, que comparten con el cielo y la eternidad.

Otra pregunta frecuente de los iniciados es: ¿Acabará la lucha alguna vez? ¿Venceremos al adversario? ¿Podremos descansar? Sí, la respuesta es sí, todos los signos indican que El Adversario será derrotado y que nos liberaremos del Parásito de una vez por todas para siempre. Hay que estar preparados. No desfallecer. Amar. Sobre todo hay que amar y hacer crecer el Amor hasta que El Adversario se ahogue en su propio odio, hasta que dejemos de odiar. Está cerca. Llega. Llegará. Confiad y no perdáis las esperanza.

Muchas veces el iniciado pregunta: ¿Cuándo interviene la fuerza? ¿Cuándo y cómo sabré que la fuerza ha de intervenir? O también: ¿Cuál es el mejor momento? La respuesta depende de la experiencia y del grado de conocimiento alcanzado por el guerrero espiritual en el día a día de sus combates, pero la fuerza interviene, por lo general, cuando se trata de resistir enérgicamente o cuando se ha de superar los obstáculos del Adversario, o sea, en el momento en que se entra en contacto con el Adversario. Entonces todo el cuerpo se pone rígido, como monolítico, pero a la vez dúctil como el hierro fundido y fluido como el agua. Esto permite gozar de las ventajas de una contracción breve e instantánea. La regla de oro a seguir en los combates del espíritu con el Adversario es energía máxima, concentración de fuerza y efecto de acción-reacción.

Ambas acciones, la contracción y la distensión, son complementarias y deben ejercerse total y alternativamente. Sólo la distensión, o la relajación, permite la velocidad indispensable, el estado liviano para liberar la conciencia. Pero sólo la contracción permite transformar la energía adquirida en esta conquista en una fuerza que nos hace divinos. El cuerpo es le alma y el alma el cuerpo. El cuerpo también es Dios. La agilidad del cuerpo también supone la agilidad de la mente, facilita los desplazamientos espirituales y la preparación de la acción decisiva que permitirá establecer un nuevo acuerdo con nosotros mismos y el Dios que albergamos en nuestro interior. Además, este método de meditación reduce la aplicación de las fuerzas adversas que buscan impedir la unidad y la beatitud del meditante, manteniendo el cuerpo en un estado de reposo relativo pero de disponibilidad inmediata. Nada hacemos, todo lo podemos hacer. Nada tenemos, pero lo damos todo. La generosidad es la rubrica del alma en paz consigo misma, que da sin pedir nada a cambio.